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Arquitectos: Estudio Huma
- Área: 151 m²
- Año: 2020
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Fotografías:David Frutos
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Servir más allá de ser servido como sentido materializado. El edificio se debe a su función, servir ante todo. Unos vestuarios con lavandería sirven a todos aquellos que llegan a puerto desde tierras lejanas a la ciudad por el mar: británicos, italianos, franceses, holandeses.
Lejos de casa, en el vaivén de mar con su continuo mecer, anhelan tierra firme que los devuelva a su condición natural. El espacio creado, alejado miles de millas de sus casas, es la tierra firme anhelada tras el naufragio. Su misión es la de recuperar lo amigable hallado en el hogar, desde lo más básico de su función; el aseo personal. Domesticar el espacio público, en lo cálido de su intimidad, desde lo acogedor.
Este reconocerse desde lo cotidiano: lavarse los dientes, peinarse, ducharse con agua caliente o afeitarse, es servir a la causa en un reconocerse frente al espejo, desde donde uno siempre vuelve a casa. Este Servir es hacer de casa, acogerlo en su seno.
El edificio vestuario, en la inmensidad del contexto, rodeado de grandes y solemnes edificios junto al mar, se percibe en lo bello de lo diminuto, como una barca rodeada de grandes barcos en el océano. Su forma desde la piel muestra el servicio prestado. El edificio esconde a sus navegantes en su interior, preservando lo íntimo de su misión, tan solo el mar, cual fiel amigo, puede verlos.
La luz esculpe el volumen mediante dos grandes surcos que lo perforan hasta dentro, generando dos patios interiores, que dotan de iluminación y ventilación a los usuarios que permanecen dentro a salvo. La piel es sombra en movimiento. Construida de listones de resina natural, cambiante en función de la luz, crean el dinamismo buscado en tierra, reproduciendo el ondular de las jarcias al viento.
Los navegantes nunca dejan atrás el mar, aun en tierra firme. Una gran sala despejada sirve de espera con su gran ventanal, orienta este propósito que los une, el mar. Este ventanal no es para mirar, sino un trascender la soledad. Este mar amigo se hace dentro y el dentro se hace mar.
La arquitectura se pliega y se aproxima, como si quisiera navegar, vuela sobre el cantil con la intención de saltar. Pero queda sujeta, en equilibrio, sostenida en el tiempo, conocedora de su función, la de crear tierra firme, en medio de tanta movilidad. El acceso mediante una larga rampa pone de manifiesto este suspenderse sobre el cantil.
Entre estas paredes, se cuentan las historias acontecidas mar adentro. Un mar traído a tierra en su recuerdo. El edificio homenajea, a todas estas arquitecturas, que se acercaron algún día al mar, para servir al hombre: baños, vestuarios, cambiadores, que tanto ayudaron al hombre en su vivir el mar.
Rendidos a su función silenciosa, a bien seguro cumplida, desde lo anónimo de su presencia; hoy sabemos, que esta arquitectura nunca naufragó, siempre estuvo anclada a otras, en la línea del tiempo, en su continuo revivirse, desde esa mar de la alegría tan llena de vida.